viernes, 5 de abril de 2013

La guerra en un contexto de descenso demográfico

Hemos comentado en alguna ocasión que la guerra aparece históricamente asociada al crecimiento demográfico. La expansión de la población da lugar a conflictos entre comunidades por el control de los recursos, lo que sirven tanto para limitar la natalidad dentro de cada comunidad (a través de métodos anticonceptivos, infanticio, etc.) como para mantener a las comunidades lo suficientemente alejadas entre sí, de forma que conserven un área de explotación lo suficientemente grande para su sustento. Esta explicación se ajusta bastante bien al caso de los machiguenga de la selva amazónica y a los casos registrados de diferentes sociedades protohistóricas (egipcios predinásticos, celtas, griegos de la Edad Oscura, etc.).

Sin embargo, bajo determinadas circunstancias sucede lo contrario: la guerra puede recrudecerse a causa de un descenso demográfico. Como comentan Michel Balard y otros, la depresión demográfica de los siglos XIV y XV en Europa, con la consiguiente reducción de las rentas, presionaron a los señores feudales a buscar nuevas fuentes de ingresos a través de la guerra (la negrita es mía):
Las rentas de la aristocracia terrateniente disminuyeron de año en año. Para compensar esta disminución, los nobles y todos los que vivían de las rentas de la tierra buscan otras fuentes de ingresos, como por ejemplo el bandidaje que, en estos tiempos turbulentos, suponía pocos riesgos; hay ejemplos famosos, en Francia e Inglaterra, de nobles bandidos (los Folville, por ejemplo), pero más graves eran las usurpaciones sistemáticas de las propiedades ajenas que solían llevar a cabo muchos señores propietarios de tierras.
De esta fecha datan, por cierto, numerosas guerras civiles entre diferentes sectores de la nobleza y la monarquía.