domingo, 24 de abril de 2011

El valor económico de la tierra y las causas de la guerra


Varios apuntes rápidos:

1. La aparición de la guerra como un fenómeno generalizado, distinto de las agresiones puntuales, implica que la tierra ha adquirido valor económico; es decir, que de su posesión depende la satisfacción de alguna necesidad humana. Cuando la población es escasa y la tierra abundante, el valor económico de una unidad de tierra es cero y, por lo tanto, se puede renunciar a ella sin renunciar a necesidad alguna. Por este motivo, las sociedades cazadoras-recolectoras simples tienden a evitar la guerra desplazándose a otros territorios cuando son atacadas, al tiempo que los grupos agresores tienden a ser escasos.

2. Conforme aumenta el valor económico de la tierra aumentan los incentivos para la guerra, puesto que de su posesión depende la satisfacción de necesidades humanas más apremiantes.

3. La guerra aparece cuando los beneficios de explotación de una parcela superan los costes de defender tal parcela de agresiones externas; es decir, cuando la resistencia es más económica que la migración. En otros términos, podríamos decir que la guerra aparece cuando la intensificación económica o la explotación de recursos altamente productivos ha llegado a tal punto que su producción total, menos los costes de defensa, es superior a la producción total de cualquiera de las tierras alternativas. Por ejemplo, si los beneficios de explotación de un valle, descontado el coste de construir murallas, terraplenes y armas (además del tiempo empleado en la guerra), son superiores a los beneficios que podrían obtenerse de la explotación en las estepas y montañas circundantes, es previsible que los habitantes de tal valle tiendan a fijarse al territorio e invertir en su defensa frente a los habitantes de las estepas. Si los costes de defensa merman los beneficios de explotación del territorio por debajo de los beneficios que se obtendrían en los territorios circundantes (algo muy probable donde la densidad demográfica es muy baja), la estrategia más probable es la migración a tales áreas.

Cabe distingur esta explicación del clásico argumento basado en la presión sobre los recursos. En ocasiones, un aumento en el valor económico de la tierra no implica que de su posesión dependa la supervivencia de la comunidad (aunque con frecuencia ambas situaciones aparezcan asociadas); sólo significa que su posesión otorga alguna ventaja a su poseedor que no podría obtener de otro modo. Esto bastaría para despejar la confusión acerca de los orígenes de la guerra donde, aparentemente, no existía presión sobre los recursos en sentido estricto, como el Egipto predinástico (IV milenio a. C.) [1].

Dado que existe una estrecha correlación entre la densidad demográfica y el tamaño de las unidades políticas (aunque existen notables excepciones que deben ser explicadas, como los estados comerciales), podemos intuir que el aumento en el valor económico de la tierra es una de las principales causas de la guerra. No es casual que las primeras evidencias arqueológicas generalizadas de agresión entre humanos daten del Mesolítico.

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[1]: Todavía este caso es discutible, puesto que sí se ha correlacionado el aumento de la conflictividad con una disminución de las áreas de explotación debido a cambios climáticos.

sábado, 16 de abril de 2011

El caballero franco visto por los árabes


"Mi señor, soy caballero a la manera de mi raza y mi familia." - Osama Ibn Munqidh.

En un librito de Trebor Cains sobre los caballeros medievales me encuentro un texto de Ibn Munqidh (1095-1198), un sirio que vivió el apogeo de los reinos cruzados de Tierra Santa, a mediados del siglo XII. En su relato transmite lo que probablemente era la perspectiva común de los árabes sobre los invasores francos -es decir, cristianos de Occidente-. Pego algunos fragmentos:
Los francos (¡Alá los maldiga!) no tienen ninguna virtud, excepto la valentía. Sólo los caballeros tienen cierta importancia y superioridad entre ellos. En realidad, ellos son los únicos que cuentan. También están considerados como los árbitros de los consejos, los juicios y las decisiones. (...). Así, una vez que los caballeros han anunciado su decisión, ni el rey ni cualquier otro jefe de los francos puede alterarla o suavizarla, tal es la importancia de los caballeros a sus ojos (...).

¡Alabado sea Alá, creador y autor de todas las cosas! Pues quien conoce a los francos y todo lo que a ellos se refiere no puede menos que glorificar y santificar a Alá el Todopoderoso; pues no son más que animales, superiores en su valentía y en su dedicación a la lucha, pero en nada más, igual que las bestias son superiores en fuerza y agresividad.
Su perspectiva recuerda a la de Heródoto, cuando habla del "loco heroísmo" de los cántabros y, en general, a la de muchos otros relatos de griegos y romanos que describen a los pueblos bárbaros de la periferia mediterránea (celtas, germanos, escitas, etc.); egipcios y mesopotámicos repiten tópicos similares acerca de los libios, semitas y montañeses de los Zagros. Las civilizaciones urbanas, comerciales y con una densidad demográfica elevada tienden a considerar el comportamiento de sus vecinos en términos étnicos ("no son más que animales"), tomando como biológico lo que es puramente cultural, derivado de unas condiciones ecológicas, demográficas y tecnológicas determinadas. En cualquier caso, es interesante notar que, desprovisto de su estética impresionante, el caballero medieval occidental se nos presenta mucho menos brillante de lo que nos transmite la cultura popular europea.

Por otro lado, es destacable la observación de Munqidh acerca del contrapeso de poderes entre el rey y los caballeros, pues esta peculiaridad terminaría dotando al Occidente europeo de instituciones más estables y derechos de propiedad más seguros; condiciones sine qua non del desarrollo económico a largo plazo. En los estados islámicos, las penas y los códigos nos aparecen como más civilizados, pero la ausencia de contrapesos hizo su aplicación mucho más arbitraria: los magistrados urbanos (en especial el qadí, encargado de la justicia) eran designados por el Estado central, las ciudades y los estamentos carecían de representación política, etc.

martes, 5 de abril de 2011

El banquete en cuatro sociedades de jefatura


Cuando tenga más tiempo ampliaré el post, pero provisionalmente me gustaría señalar las similitudes entre los banquetes practicados por cuatro sociedades distintas: los griegos de la Edad Oscura, los celtas, los caballeros de la cristiandad latina y los indios de la costa noroeste de Norteamérica. Este registro, aunque breve, muestra cómo los elementos superestructurales tienden a convergir cuando la estructura productiva, ecológica y demográfica es similar.


Caso 1: los griegos de la Edad Oscura (siglo VIII a. C.)

Extraído de S. B. Pomeroy et al., La Antigua Grecia: historia política, social y cultural, p. 84:
Por lo general, un jefe recluta a sus seguidores celebrando un gran banquete, en el que demuestra que es un gran caudillo, y con el que estrecha los lazos existentes entre él y sus seguidores. Por ejemplo, Ulises, fingiéndose un caudillo guerrero originario de Creta, cuenta cómo realizó una incursión de saqueo en Egipto. Tras armar nueve naves, dice que reunió a su séquito, "y en mi casa seis días comiendo estuvieron aquellos mis leales amigos (hétairoi): les daba sin duelo mis reses, que a los dioses sirviesen de ofrenda y festín para ellos. Embarcados, al séptimo día levamos de Creta (Odisea, XIV, 247-252).

Caso 2: los celtas de la Segunda Edad de Hierro (s. IV a. C. - VI d. C.)

Extraído de H. Hubert, Los celtas: forjadores de la Europa moderna, p.496:
Los cambios ceremoniales de regalos tienen tal importancia en estas sociedades que llegan a efectuarse por sí mismos, a constituir de por sí ocasiones de fiesta, creando la puja, el desafío, la ostentación y la competencia entre los individuos y los grupos. Hay que imaginarse a estas sociedades reunidas en invierno, y concentrando en este período su liturgia, empleando una buena parte de la mala estación en el intercambio de festines ostentatorios, preparados con anticipación y en un continuo juego de bolsa que siempre va al alza y en el que ganancias y pérdidas se saldan con valores sociales, consideración, rango, posesión de blasones.


Caso 3: los caballeros de la cristiandad latina (siglos XII-XIII d. C.)



Extraído de Georges Duby, El siglo de los caballeros, pp. 128, 129:
El prestigio de un señor se medía por el número de personas que conseguía reunir a su alrededor y alimentar. (...). Cada comida era una ceremonia, la del buen entendimiento entre todos. Uno de los vasallos de Arnoul hacía de maestro de ceremonias. Como en las casas de los mayores príncipes, desempeñaba el oficio de "senescal". Su papel era, al principio, derramar asgua en las manos de los invitados (porque éstos comían con los dedos). Luego, cortar las viandas traídas de las cocinas. Finalmente, repartir los trozos en anchas rebanadas de pan que servían de platos. Los escuderos llenaban de vino unas pocas copas que los comensales se pasaban de mano en mano. A veces, los juglares alegraban el festín. Para que todos se sintieran felices, Arnoul velaba para que se sirviera el pan más blanco, para que no se escatimase la pimienta ni todas las especias olorosas importadas del lejano Oriente. Quería que los platos fuesen sabrosos. Quería que corriese a raudales el vino de la mejor calidad. Y para que las gentes de su casa le sirvieran de buena gana, para que los visitantes recordasen durante mucho tiempo su acogida y difundiesen por todas partes la fama de su largueza, enviaba a comprar a las ferias los hermosos paños que se tejían en las ciudades de Flandes y de Artois, y los ofrecía como regalo a sus amigos con el fin de que la alegría estuviera siempre presente en torno a su persona.

Caso 4: los indios de la costa noroeste de Norteamérica (siglo XIX d. C.)



Extraído de A. W. Johnson y T. Earle, La evolución de las sociedades humanas, p. 222:
Los grandes hombres (jefes) son los promotores de las grandes ceremonias interregionales como el potlatch. Infinidad de sucesos pueden justificar las ceremonias, entre ellos los numerosos eventos del ciclo vital de la familia de un gran hombre: nacimientos, ceremonias de nombramiento, etc. Sin embargo, lo que determina si una ceremonia se celebra o no es el monto de riqueza que un gran hombre ha acumulado. Éste la organizará sólo si tiene una amplia riqueza, puesto que otros grandes hombres no tardarán en ridiculizarlo si su festín no es lo bastante suntuoso. Un objetivo primario es el de hacer público el éxito del grupo y, de este modo, atraer la mano de obra [N: también guerreros] que el gran hombre necesita para explotar los recursos e incrementar la riqueza que tiene a su disposición. (...) son ocasiones para que los grandes hombres compitan por el prestigio, regalando riqueza e incluso destruyéndola. La envidia y la humillación forman parte del festín.

lunes, 4 de abril de 2011

Balance de la Revolución francesa


Vía Ángel Martín Oro llego a The Consequences of Radical Reform: The French Revolution, una interesante estudio que pasa revista a los resultados de la invasión napoleónica en diferentes estados europeos (en especial, de Alemania). Los autores observan cierta correlación entre presencia napoleónica y desarrollo económico a largo plazo (medido a partir de las tasas de urbanización), concluyendo que la invasión tendió a promover instituciones más eficientes en detrimento de los sectores privilegiados. Os pego el abstract:
The French Revolution of 1789 had a momentous impact on neighboring countries. The French Revolutionary armies during the 1790s and later under Napoleon invaded and controlled large parts of Europe. Together with invasion came various radical institutional changes. French invasion removed the legal and economic barriers that had protected the nobility, clergy, guilds, and urban oligarchies and established the principle of equality before the law. The evidence suggests that areas that were occupied by the French and that underwent radical institutional reform experienced more rapid urbanization and economic growth, especially after 1850. There is no evidence of a negative effect of French invasion. Our interpretation is that the Revolution destroyed (the institutional underpinnings of) the power of oligarchies and elites opposed to economic change; combined with the arrival of new economic and industrial opportunities in the second half of the 19th century, this helped pave the way for future economic growth. The evidence does not provide any support for several other views, most notably, that evolved institutions are inherently superior to those 'designed'; that institutions must be 'appropriate' and cannot be 'transplanted'; and that the civil code and other French institutions have adverse economic effects.